ESTO YA NO ME HACE SENTIDO
Cambiar el enfoque fue un proceso largo, doloroso y liberador. Tuve que soltar dogmas, desaprender verdades que antes consideraba incuestionables. Y aceptar que ya no podía, ni quería seguir ejerciendo como antes.

Por Paola Cervantes, nutrióloga y Rara de la Clase

Durante más de 20 años prescribí dietas y entregué planes alimentarios con la promesa implícita y explícita de que bajar de peso era el camino hacia la salud, el bienestar y la paz con el cuerpo. Yo soy nutrióloga, y eso era lo que se suponía que tenía que hacer.

Y lo hice. Con compromiso, con actualización constante, con ese deseo genuino de “ayudar”. Por muchos años, vi pasar pacientes uno tras otro, que empezaban la dieta con muchas ganas y motivación, pero conforme pasaban las semanas todo se iba diluyendo: el peso perdido, la fuerza de voluntad y su asistencia a las consultas. Incluso aquellas que lograban perder peso, eventualmente regresaban con los kilos recuperados y a veces incluso un par más. Y yo estudiaba, iba a cursos y salía con más y más datos alarmistas del daño del peso extra en la salud. A lo cual yo me preguntaba una y otra vez ¿y cómo le hacemos?

Aprendí y apliqué las dietas bajas en grasa, en carbohidratos, la mediterránea, los batidos de sustitución e incluso la keto y el ayuno intermitente. Pero para mí cada vez tenía menos sentido ¿En verdad el futuro de la nutrición era saltarse comidas, quitar la tortilla y aguantarse el hambre? Yo pensaba que había un secreto que no encontraba. Y en ese estado de incertidumbre escuché en un congreso sobre Alimentación Intuitiva. Mentiría si dijera que se me iluminó el mundo jajaja. ¡Claro que no!, solo me sembró más dudas, pero me aferré a algo que dijo la ponente: “Si algo de lo que les digo les hace sentido: INVESTIGUEN”.

Y pues… Eso hice: leí como loca y escuché miles de podcast uno tras otro. Y un año después, seguía en shock: Yo sabía que algo en la práctica de la nutrición no funcionaba, pero nunca imaginé a qué nivel el abordaje estaba tan equivocado. Además, no solo cambié mi práctica profesional, también tuve que sanar mi propia relación con la comida y con mi cuerpo. Así es que sí, te entiendo.

Cambiar el enfoque fue un proceso largo, doloroso y liberador. Tuve que soltar dogmas, desaprender verdades que antes consideraba incuestionables. Y aceptar que ya no podía, ni quería seguir ejerciendo como antes. Por eso, hoy te digo con convicción: ya no doy dietas. No porque no me importe tu salud, sino porque ahora sé que la restricción, la culpa y el castigo disfrazado de “disciplina” no son el camino.

Sé que cuesta. Cuesta salir del molde. Cuesta dejar de hacer lo que supuestamente “funciona”. Pero también sé que, si estás leyendo esto, es porque algo dentro de ti ya está cansado. Porque eso de “come menos y muévete más” ya no te hace sentido. Porque sabes que forzarte, culparte, y seguir persiguiendo el cuerpo ideal te está pasando una factura demasiado alta.

Busca en tu historia y valida tu voz interior: esa que te dice: ¡Ya he hecho suficiente de ese “come menos, muévete más”, quiero otra cosa!  Y déjanos acompañarte en esta alternativa más respetuosa y conectada con tu cuerpo. Estamos aquí para hacer esas reflexiones y trabajar en el cambio. Date el permiso de cuestionar, de darte espacio, de tratarte con compasión. De dejar que estos cuestionamientos se asienten. Busca en tu historia. Escucha tu voz interior, esa que, aunque la hayas callado tantas veces, aún susurra: “Ya hice suficiente de eso. Ya no quiero castigarme más. Quiero otra cosa.”

Aférrate a eso que sí te hace sentido. Valida lo que sabes de ti misma. Porque sí, hay otra manera de relacionarte con tu cuerpo y con la comida. Más respetuosa. Más humana.

Aquí, en Las Raras de la Clase, no venimos a darte más reglas. Venimos a hacer preguntas. A encender chispas. A abrir espacio para nuevas posibilidades. Porque también nosotras un día dijimos: esto ya no me hace sentido. Y decidimos caminar distinto.

Si tú también estás ahí, no estás sola. Te entendemos. Y aquí estamos para acompañarte.